miércoles, 30 de mayo de 2012

ARTÍCULOS | La técnica de la tortuga


Una vez que se enfadan, a los niños les cuesta mucho frenar y no basta con pedirles que se tranquilicen. En esta entrada propongo una forma de enseñarles a notar cuándo están enfadados para pararse a tiempo. Es necesario ayudarles a calmarse para no prolongar la situación.

En el colegio laboratorio estadounidense de Point of Woods se ha perfeccionado un procedimiento de autocontrol destinado a ayudar a niños pequeños alterados emocionalmente para que dominen sus respuestas impulsivas y agresivas ante las provocaciones que se originan en la clase. El método se llama "técnica de la tortuga" por su analogía con este animal, que se esconde dentro del caparazón cuando se siente amenazado. La técnica, aplicada correctamente, disminuye las rabietas y las agresiones. Estas líneas están basadas en el libro El manual de la tortuga, escrito por M. R. Schneider y A. Robin.

Lo primero es enseñarle al niño que responda a la palabra clave tortuga cerrando los ojos y apretando los brazos contra su cuerpo. Se inicia contando o leyendo al niño el cuento que comienza a continuación para después, poco a poco, acompañarle en el control de sus enfados.

"En una época remota vivía una tortuga joven y elegante. Tenía seis años de edad y había comenzado la Primaria. Se llamaba Tortuguita. 

A Tortuguita no le gustaba acudir a la escuela. Prefería estar en casa con su mamá y su hermanito. No quería estudiar con los libros del colegio ni aprender nada. Sólo anhelaba correr y jugar con sus amiguitos, o pintar en su cuaderno de dibujo con lápices de colorees. 
No le gustaba escribir las letras o copiarlas en la pizarra. Sólo le gustaba retozar y reírse con sus compañeros, y pelearse con ellos también. No le daba la gana colaborar con los demás. No le interesaba escuchar a su maestra ni parar de hacer esos sonidos maravillosos que acostumbraba a hacer con la boca. Era muy cansado para ella recordar que no debía pegarse con sus compañeros ni hacer ruido. Cada día, en su camino hasta la escuela , se decía a sí misma que iba a esforzarse todo lo posible para no meterse en jaleos. SIn embargo, a pesar de ello, siempre enfurecía a alguien y se peleaba con él, o perdía la razón porque cometía errores y empezaba a romper en pedazos todos sus papeles. Se encontraba así metida constantemente en dificultades. 

Empezó a pensar que era una tortuga mala. Estuvo dándole vueltas a esta idea durante mucho tiempo, sintiéndose mal, muy mal. 

Un día, cuando se hallaba peor que nunca, se encontró con la tortuga más grande y más vieja de la ciudad. Era una tortuga sabia, que tenía 200 años y un tamaño enorme, como una casa. Tortuguita le habló con voz muy tímida, porque estaba muy asustada. Pero la tortuga vieja era tan buena como grande y estaba deseando ayudarla. 

-¡Hola! -dijo con su voz inmensa y rugiente-. Voy a contarte un secreto. ¿No comprendes que tú tienes la solución para los problemas que te agobian? 

Tortuguita no sabía de qué le estaba hablando. 
-¡Tu caparazón! ¡Tu caparazón! -le gritó la tortuga sabia-. Para eso tienes una coraza. Puedes esconderte en su interior siempre que comprendas que lo que te están diciendo o lo que estás descubriendo te enfada mucho. Cuando te encuentres en el interior de tu concha serás capaz de calmarte y pensar lo que vas a hacer para resolver la cuestión. Así pues, la próxima vez que te irrites, métete inmediatamente en tu caparazón. 

A Tortuguita le gustó la idea, y estaba deseando probar su nuevo secreto. Llegó el día siguiente y cometió de nuevo un error que estropeó su hoja de papel blanco y limpio. 
Empezó a notar cómo se enfadaba y estuvo a punto de perder los nervios, cuando de repente recordó lo que le había dicho la tortuga vieja. Rápidamente encogió sus brazos, piernas y cabeza, y los apretó contra su cuerpo, permaneciendo quieta hasta que supo qué hacer. 
Fue fantástico para ella encontrarse tan confortable dentro de su caparazón, donde nadie podía molestarla. Cuando salió fuera quedó sorprendida al ver a su maestra, que la miraba sonriente. Tortuguita le dijo que se había puesto furiosa porque había cometido un error. ¡La maestra le contestó que estaba orgullosa de ella! Tortuguita continuó utilizando este secreto el resto del curso. Al recibir sus notas comprobó que eran mucho mejores que las anteriores. Sus compañeros se preguntaron maravillados cuál sería su secreto". 

Después de narrar este cuento hay que ponerse al lado del niño, adoptar la postura de la tortuga y pedirle que la imite. Consiste en sentarse en el suelo apretando brazos y piernas contra el cuerpo e inclinar la cabeza hasta que el mentón se apoye sobre el pecho.

El objetivo es que se relaje. Para que lo consiga hay que enseñarle a tensar todo el cuerpo, contar hasta cinco y destensarlo hasta que quede flojo. Con respecto a la respiración, el niño debe coger aire cuando tense el cuerpo y soltarlo poco a poco a medida que lo vaya destensando.

Cuando el pequeño sepa adoptar la postura de la tortuga y relajarse, se le pide que cuente la última situación en que se enfadó y se le indica lo que debe hacer cuando note que se está enfadando: retirarse a un lugar tranquilo, como su habitación. Es preciso que comprenda lo difícil que es al principio darse cuenta de que está enfadándose mucho y que sepa que sus padres le ayudarán, pues cuando noten que se enfada le recordarán la palabra clave, tortuga, para que él se vaya a su cuarto y se meta en el caparazón. Siempre que utilice esta técnica hay que recompensarle.

La palabra clave ha estado hasta el momento bajo el control de los padres. De aquí en adelante es preciso animar al niño a que lleve a cabo por sí mismo la técnica de la tortuga y la relajación cuando se encuentre ante situaciones de frustración.

Aun cuando la mayor parte de los niños reaccionan bien desde el principio a la técnica de la tortuga y frenan sus enfados, no todos saben encontrar una conducta apropiada y distinta de las que practicaban hasta el momento.

Si transcurrido un tiempo de aplicación no disminuyen las conductas disruptivas o no se consigue que el niño se relaje, quizá sea conveniente acudir a un especialista para que revise lo que está fallando y lo que se puede modificar.

FUENTE | El manual de Supernanny, Ed: El Pais, 2007

1 comentarios :

gracias por darnos las herramientas sencillas a los padres con hijos que no saben manejar la frustración

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